jueves, 31 de julio de 2014

 EL ARCO IRIS. 

Cuentan que hace mucho tiempo los colores empezaron a pelearse. Cada uno proclamaba que él era el más importante, el más útil.

El verde dijo:
“Sin duda el más importante soy yo. Soy el signo de la vida y la esperanza. Me han escogido para la hierba, los árboles, las hojas. Sin mí todos los animales morirían”.

El azul interrumpió:
“tu solo piensas en la tierra, pero considera el cielo y el mar. El agua es la base de la vida y son las nubes las que la absorben del mar azul.

El amarillo soltó una risita:

“vosotros sois tan serios. Yo traigo risas, alegría y calor al mundo. El sol es amarillo, la luna, las estrellas. Sin mi no habría alegría”.

El naranja tomó la palabra:
“Yo soy el color de la salud y de la fuerza. Transporto las vitaminas más importantes, zanahorias, calabazas, naranjas.

El rojo soltó:
“Yo soy el color del peligro y del valor. Traigo fuego a la sangre. Soy el color de la pasión y del amor, del rosa roja, flor de pascua, amapola.

El púrpura enfurecido:
“Soy el color de la realeza y del poder, reyes, jefes de estado, obispos me han escogido por signo de autoridad y sabiduría”.

Así fue como los colores se peleaban y hacían cada vez más ruido. De repente apareció un resplandor de luz blanca. Había relámpagos, la lluvia empezó a caer. Los colores comenzaron a unirse con miedo buscando protección.

La lluvia hablo:
“Estáis locos luchando contra vosotros mismos. No sabéis que Dios os ha hecho a todos, cada uno para su objetivo especial, único, diferente. Él os amó a todos. Juntad vuestras manos y venid conmigo.
Y así fue como Dios usó la lluvia para lavar el mundo. Y puso el arco iris en el cielo para que cuando lo veáis os acordéis de que os tenéis que tener en cuenta unos a otros.