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viernes, 21 de noviembre de 2014
viernes, 17 de octubre de 2014
lunes, 13 de octubre de 2014
miércoles, 8 de octubre de 2014
domingo, 21 de septiembre de 2014
viernes, 5 de septiembre de 2014
jueves, 31 de julio de 2014
NEGROS Y BLANCOS
Hace
ya mucho tiempo, todos los elefantes del mundo eran negros o blancos. No tenían
problemas con los demás animales, pero se odiaban entre sí, por lo que ambos
grupos se mantenían apartados: los negros vivían a aun lado de la jungla y los
blancos al lado opuesto.
Un
día los elefantes negros decidieron matar a todos los elefantes blancos y los
elefantes blancos a todos los elefantes negros.
Los
elefantes de ambos grupos que querían la paz se internaron en lo más profundo
de la selva y nunca más se les volvió a ver.
Comenzó
la batalla. Duró mucho tiempo. Hasta que no quedó ni un solo elefante vivo.
Durante años no se volvió a
ver a ningún elefante sobre la tierra. Hasta que un día, los nietos de los
elefantes pacíficos salieron de la jungla. Eran grises. Desde entonces los
elefantes han vivido en paz.
EL HOMBRECILLO DE PAPEL
Era una mañana como otras muchas, y una niña jugaba en su
cuarto. Jugó con un tren, una pelota y un rompecabezas. Pero de pronto se
aburría de todo. Entonces hizo un hombrecillo de papel de periódico. Y estuvo
toda la mañana jugando con él. Por la tarde, la niña bajó al parque para jugar
con sus amigos. Iba con ella el hombrecillo de papel, que se mostraba muy feliz
y quería que los niños estuvieran contentos.
Por eso, el hombrecillo de papel comenzó a contarles
historias que sabia. No obstante, sus historias eran historias de guerra,
catástrofes, miserias… y los niños se quedaron muy tristes. Algunos se echaron
a llorar. El hombrecillo de papel pensó: lo que yo sé no es bueno, porque hace
llorar a los niños. Y echó a andar solo por las calles. De pronto vio una
lavandería. El muñeco de papel dio un salto de alegría y entró. Aquí podrán
borrarme todas las cosas que llevo escritas. Todo lo que hace llorar a los
niños. Al salir blanco como la nieve. Planchado y almidonado como un niño de
primera comunión. Dando saltos se fue al parque.
Los niños le rodearon muy contentos y jugaron al corro.
Cuando quiso hablar… no pudo. Se sintió vacío por dentro y fuera. Y muy triste
volvió a marcharse. Caminó por todas las calles de la ciudad y salió al campo.
Y entonces, de pronto, se sintió muy feliz. Comenzó a
empaparse de todos los colores y de palabras nuevas y hermosas. Cuando volvía
hacia el pueblo se llenaba igualmente de las expresiones y rostros de la gente.
Y volvió con los niños.
Les habló de todas las personas que trabajaban por los
demás, para que nuestra vida sea mejor, más justa, más libre…la voz del
hombrecillo se hizo muy suave cuando les habló de las flores, de los pájaros,
los peces y…los rostros de los niños y del hombrecillo de papel de periódico se
llenaron de sonrisas. Y cantaron y bailaron cogidos de las manos.
EL ARCO IRIS.
Cuentan que hace mucho tiempo
los colores empezaron a pelearse. Cada uno proclamaba que él era el más
importante, el más útil.
El verde dijo:
“Sin duda el más importante
soy yo. Soy el signo de la vida y la esperanza. Me han escogido para la hierba,
los árboles, las hojas. Sin mí todos los animales morirían”.
El azul interrumpió:
“tu solo piensas en la
tierra, pero considera el cielo y el mar. El agua es la base de la vida y son
las nubes las que la absorben del mar azul.
El amarillo soltó una risita:
“vosotros sois tan serios. Yo
traigo risas, alegría y calor al mundo. El sol es amarillo, la luna, las
estrellas. Sin mi no habría alegría”.
El naranja tomó la palabra:
“Yo soy el color de la salud
y de la fuerza. Transporto las vitaminas más importantes, zanahorias,
calabazas, naranjas.
El rojo soltó:
“Yo soy el color del peligro
y del valor. Traigo fuego a la sangre. Soy el color de la pasión y del amor,
del rosa roja, flor de pascua, amapola.
El púrpura enfurecido:
“Soy el color de la realeza y
del poder, reyes, jefes de estado, obispos me han escogido por signo de
autoridad y sabiduría”.
Así fue como los colores se
peleaban y hacían cada vez más ruido. De repente apareció un resplandor de luz
blanca. Había relámpagos, la lluvia empezó a caer. Los colores comenzaron a
unirse con miedo buscando protección.
La lluvia hablo:
“Estáis locos luchando contra
vosotros mismos. No sabéis que Dios os ha hecho a todos, cada uno para su
objetivo especial, único, diferente. Él os amó a todos. Juntad vuestras manos y
venid conmigo.
Y así fue como Dios usó la
lluvia para lavar el mundo. Y puso el arco iris en el cielo para que cuando lo
veáis os acordéis de que os tenéis que tener en cuenta unos a otros.
El primer arbolito miró hacia las
estrellas y dijo: "Yo quiero guardar tesoros. Quiero estar repleto de
oro y ser llenado de piedras preciosas. Yo seré el baúl de tesoros mas
hermoso del mundo".
El segundo arbolito observó un pequeño
arroyo en sus camino hacia el mar y dijo: "Yo quiero viajar a través de
mares inmensos y llevar a reyes poderosos sobre mi. Yo seré el barco mas
importante del mundo".
El tercer arbolito miró hacia el valle y
vio a hombres agobiados de tantos infortunios, fruto de sus pecados y dijo:
"Yo no quiero jamás dejar la cima de la montaña. Quiero crecer tan alto
que cuando la gente del pueblo se detenga a mirarme, levantarán su mirada al
cielo y pensaran en Dios. Yo seré el árbol mas alto del mundo".
Los años pasaron. Llovió, brilló el sol
y los pequeños árboles se convirtieron en majestuosos cedros. Un día, tres
leñadores subieron a la cumbre de la montaña. El primer leñador miró al
primer árbol y dijo: "¡Qué árbol tan hermoso!", y con la arremetida
de su brillante hacha el primer árbol cayó. "Ahora me deberán convertir
en un baúl hermoso, voy a contener tesoros maravillosos", dijo el primer
árbol.
Otro leñador miró al segundo árbol y
dijo: "¡Este árbol es muy fuerte, es perfecto para mi!". Y con la
arremetida de su brillante hacha, el segundo árbol cayó. "Ahora deberé
navegar mares inmensos", pensó el segundo árbol, "Deberé ser el
barco mas importante para los reyes mas poderosos de la tierra".
El tercer árbol sintió su corazón
hundirse de pena cuando el último leñador se fijó en el. El árbol se paró
derecho y alto, apuntando al cielo. Pero el leñador ni siquiera miró hacia
arriba, y dijo: "¡Cualquier árbol me servirá para lo que busco!". Y
con la arremetida de su brillante hacha, el tercer árbol cayó.
El primer árbol se emocionó cuando el
leñador lo llevó al taller, pero pronto vino la tristeza. El carpintero lo
convirtió en una mero pesebre para alimentar las bestias. Aquel árbol hermoso
no fue cubierto con oro, ni contuvo piedras preciosas. Fue solo usado para
poner el pasto.
El segundo árbol sonrió cuando el
leñador lo llevó cerca de un embarcadero. Pero no estaba junto al mar sino a
un lago. No habían por allí reyes sino pobres pescadores. En lugar de
convertirse en el gran barco de sus sueños, hicieron de el una simple barcaza
de pesca, demasiado chica y débil para navegar en el océano. Allí quedó en el
lago con los pobres pescadores que nada de importancia tienen para la
historia..
Pasó el tiempo y una noche, brilló sobre
el primer árbol la luz de una estrella dorada. Una joven puso a su hijo
recién nacido en aquel humilde pesebre. "Yo quisiera haberle construido
una hermosa cuna", le dijo su esposo... La madre le apretó la mano y
sonrió mientras la luz de la estrella alumbraba al niño que apacible dormía
sobre la paja y la tosca madera del pesebre. "El pesebre es
hermoso" dijo la madre y, de repente, el primer árbol comprendió que
contenía el tesoro mas grande del mundo.
Pasaron los años y una tarde, un gentil
maestro de un pueblo vecino subió con unos pocos seguidores a bordo de la
vieja barca de pesca. El maestro, agotado, se quedó dormido mientras el
segundo árbol navegaba tranquilamente sobre el lago. De repente, una
impresionante y aterradora tormenta se abatió sobre ellos. El segundo árbol
se llenó de temor pues las olas eran demasiado fuertes para la pobre barca en
que se había convertido. A pesar de sus mejores esfuerzos, le faltaban las
fuerzas para llevar a sus tripulantes seguros a la orilla. ¡Naufragaba!. ¡que
gran pena, pues no servía ni para un lago!. Se sentía un verdadero fracaso.
Así pensaba cuando el maestro, sereno, se levanta y, alzando su mano dio una
orden: "calma". Al instante, la tormenta le obedece y da lugar a un
remanso de paz. De repente el segundo árbol supo que llevaba a bordo al rey
del cielo, tierra y mares.
El tercer árbol fue convertido en sendos
leños y por muchos años fueron olvidados como escombros en un oscuro almacén
militar. ¡Qué triste yacía en aquella penuria inútil, qué lejos le parecía su
sueño de juventud!
De repente un viernes en la mañana, unos
hombres violentos tomaron bruscamente esos maderos. El tercer árbol se
horrorizó al ser forzado sobre las espaldas de un inocente que había sido
golpeado sin misericordia. Aquel pobre reo lo cargó, doloroso, por las calles
ante la mirada de todos. Al fin llegaron a una loma fuera de la ciudad y allí
le clavaron manos y pies. Quedo colgado sobre los maderos del tercer árbol y,
sin quejarse, solo rezaba a su Padre mientras su sangre se derramaba sobre
los maderos. el tercer árbol se sintió avergonzado, pues no solo se sentía un
fracasado, se sentía además cómplice de aquél crimen ignominioso. Se sentía
tan vil como aquellos blasfemos ante la víctima levantada.
Pero el domingo en la mañana, cuando al
brillar el sol, la tierra se estremeció bajo sus maderas, el tercer árbol
comprendió que algo muy grande había ocurrido. De repente todo había
cambiado. Sus leños bañados en sangre ahora refulgían como el sol. ¡Se llenó
de felicidad y supo que era el árbol mas valioso que había existido o
existirá jamás pues aquel hombre era el rey de reyes y se valió de el para
salvar al mundo!
La cruz era trono de gloria para el rey
victorioso. Cada vez que la gente piense en él recordarán que la vida tiene
sentido, que son amados, que el amor triunfa sobre el mal. Por todo el mundo
y por todos los tiempos millares de árboles lo imitarán, convirtiéndose en
cruces que colgarán en el lugar mas digno de iglesias y hogares. Así todos
pensarán en el amor de Dios y, de una manera misteriosa, llegó a hacerse su
sueño realidad. El tercer árbol se convirtió en el mas alto del mundo, y al
mirarlo todos pensarán Dios.
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LA VISITA DEL SEÑOR
JESÚS
(el sueño del zapatero Martín)
basado en un cuento de León Tolstoi
(el sueño del zapatero Martín)
basado en un cuento de León Tolstoi
Una noche después del trabajo se puso a leer su
Biblia, y pensó: «¿Qué haría si se presentara el Señor en mi casa?» Quedó
dormido con estos pensamientos hasta que le despertó una voz:
—Martín, Martín. Mañana vendré.
Al día siguiente el buen zapatero estaba inquieto
porque esperaba la visita del Señor. A través del ventanuco que daba a la
calle vio los pies del anciano Stepanich que paleaba la nieve. Martín golpeó
la ventana con los dedos y lo hizo entrar para que se calentara y bebiera un
poco de té.
—Gracias Martín Avedeitch —dijo el anciano cuando
marchaba—. Me has dado alimento y confortación al cuerpo y al alma.
Era ya mediodía cuando dio comida y ropa a una
forastera desaliñada que llevaba a su bebé en brazos. La pobre mujer rompió a
llorar cuando aquel anciano al que no conocía de nada le ofreció también su
propio capote y unas monedas.
—El Señor te bendiga, buen hombre, —musitó
sollozando al abandonar la pequeña estancia.
Era ya tarde entrada y el Señor Jesús no había
venido. Martín vio cómo un niño harapiento robaba a una anciana una manzana
de su cesto. Ésta le había agarrado y le tiraba de los pelos.
—Déjalo, abuela. No lo hará más —intervino Martín
La anciana lo soltó.
—¡Pide perdón a la abuela! Y no lo hagas más. Te vi
robar la manzana.
El niño rompió a llorar y pidió perdón.
—Así me gusta. —Martín tomó una manzana del cesto y
se lo dio al muchacho.
—Aquí tienes una manzana. Yo te pagaré, abuela.
—Merecía que lo azotaran para que se acordara toda
una semana —contestó la anciana.
—Abuela, abuela. Eso es lo que queremos nosotros. No
lo que quiere Dios. Si debemos azotarlo por robar una manzana... ¿qué
mereceremos nosotros por nuestros pecados?
Y el niño se ofreció ayudarla a llevar el saco
porque iba por el mismo camino. Y marcharon juntos, el niño con el fardo de
manzanas y ella apoyada en su hombro. Martín regresó a su zapatería y terminó
el trabajo del día, y al volver a abrir su Biblia creyó oír rumor de pasos en
el oscuro rincón. Escuchó una voz al oído.
—Martín, Martín... ¿No me conoces? —Y del rincón
salió Stepanich que le sonrió y se disipó como una nube.
—Soy yo —repitió la voz—. Y de la oscuridad, surgió
la mujer con el niño que también se desvaneció en las sombras.
—Soy yo —volvió a oír— y vio a la anciana y al niño
con sus manzanas que sonreían y desaparecían.
Y Martín comprendió que el Salvador le había
visitado tres veces ese día.
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lunes, 10 de marzo de 2014
martes, 4 de febrero de 2014
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